A sus 83 años, José Mujica representa una forma distinta de hacer política, siendo un gran referente para muchas y muchos. El político más honesto del mundo dejó la presidencia de Uruguay hace apenas 4 años tras acabar su mandato. Éste terminó, pero no su legado. Un hombre que estableció la austeridad en el seno del Gobierno para quitarse todo el "equipaje", donando la mayoría de su sueldo público, porque, como él dice, con poco se puede ser feliz. Realizando una reforma del Estado para eliminar los excesos del mismo. Una persona que aborrece los protocolos y rechaza las ceremonias, renunciando a servicios personales e, incluso, a la corbata. Porque un presidente es un ciudadano más, y nadie es más que nadie: "No quiero saber nada con eso de 'señor presidente'". Un presidente que recibió presiones de las élites por todas partes, pero el cual no cedió: "A mí no me van a domesticar". Un hombre que rechazó el Premio Nobel de la Paz en caso de que se lo dieran, señalando que "el mundo no está para premios por la paz".
Pepe reivindica la sobriedad y la República. Aplicando una política que muchas veces consistía en experimentar. Un presidente, alejado de los católicos y de la disciplina militar, que da a la Constitución y a las leyes una importancia relativa, porque lo político debe estar por encima de lo jurídico. Esto exige ponerle sentido común al Estado de derecho, el cual es simplemente una convención social que no merece un respeto absoluto.
Mujica aplicó políticas en favor de la universidad pública, viviendas para pobres y mejoras de las infraestructuras. Su mandato se centró en la educación como pilar fundamental de la sociedad. Repitiendo una y otra vez educación, educación y educación. Aplicó impuestos a grandes propietarios de tierras y apostó por potenciar las energías renovables. Siempre en base al diálogo dentro del partido y con la oposición. También destacó la legalización del cannabis, ya que lo peor de la droga es el negocio que hay detrás. Además, es un defensor de la integración de América Latina y un internacionalista, apostando por el establecimiento de un Gobierno mundial, donde pensemos y actuemos como especie: "La humanidad necesita ahora una gobernanza mundial". Sin embargo, aunque Mujica implantó importantes medidas en Uruguay y logró una popularidad internacional indiscutible, no registró cambios radicales, sacudió el deber ser y no la estructura del país.
En términos ideológicos Mujica es socialista, apostando por la autogestión — generando empresas modelo autogestionadas por los trabajadores — y la igualdad. Una autogestión como sistema alternativo. Además, apuesta por la libertad como forma de gobernar y vivir, lo que denomina como un "liberalismo en serio". Mujica mezcló ideologías, no se quedó solo con una, señalando que "la idea de socialismo no puede estar a patadas con la libertad". Así mismo, el anarquismo es la ideología que más le interesa, poniendo como límite el "no joder al otro". Añade que la mejor reforma del Estado sería abolirlo, ya que el Estado existe por la represión. Suena paradójico, un anarco en el poder, pero así es: "Soy contradictorio pero la vida es contradictoria". Esto es posible porque Pepe Mujica es pragmático, pisa tierra, vive el presente para construir su ideal futuro, pero sin adelantarse. No obstante, señala que no nos debemos dejar llevar por las ideologías, ya que "la teoría sirve como insumo pero no como verdad absoluta". Hay que eliminar las trancas ideológicas que no permiten que el pensamiento fluya, y eso pasa por incorporar sentido común: "Lo peor es cuando la matriz ideológica no te permite percibir la realidad como es". Así mismo, lo principal para Pepe es la tolerancia a aquellos que son, piensan y se expresan de forma diferente, siendo necesaria la rotación en el poder: "No se puede confundir deseos con realidad". Mujica es ateo, pero demuestra su respeto hacia la religión, la cual se sostiene, como afirma nuestro protagonista, por la necesidad del individuo de transcender y el miedo a la muerte y a lo desconocido.
Mujica pone a Finlandia como ejemplo, pero critica que en Europa casi no hay izquierda. Pone a Lula da Silva como modelo y de Chávez reconoce que disminuyó la pobreza y mejoró la distribución del dinero del petróleo, pero no comparte su autocracia personalista, señalando además que Maduro no es Chávez.
Pero, ¿cómo llegó un hombre como Mujica a ser presidente de Uruguay? Comenzaron por no asociar al candidato con la palabra 'presidente' y entendiendo, como señalan, que las elecciones se ganan por el centro, preocupándose más en pensar que en los votos, mirando más lejos de lo que vaya a ocurrir en las próximas elecciones. Así mismo, se requiere una comunicación emotiva, y más con un candidato tan diferente como Mujica, porque "no hay nada más atractivo que lo diferente". Y así ganó Mujica, siendo diferente.
Apuesta por la ciencia como instrumento del humanismo más profundo, ya que "sin filosofía y sin ciencia no hay humanidad". Advierte de que el poder muestra a la gente como realmente es: "Trata de vivir como piensas porque sino pensarás como vives". Un hombre al que le da igual el qué dirán, que trata de vivir con todas las ganas y siempre dice lo que piensa. Ama a Lucía — su esposa — a la naturaleza y a los animales. Señala que el tiempo es uno de los factores insustituibles para ser feliz, que él no es imprescindible para nadie y que nunca ha tenido miedo a la muerte — y mucho menos ahora —. Habla de la muerte como si se tratara de un episodio más, sin ningún tipo de miedo, con resignación, algo que debe ser aceptado. Entendiendo la vida como un regalo: "Cuando piense que me voy a morir, iré a la cama y me acostaré a dormir tranquilo".
Antes de terminar su mandato, en una visita a Washington, José Mujica fue preguntado sobre qué es lo que haría después de acabar su mandato, su respuesta fue tajante: "Voy a ir a un entierro: el mío".
Este artículo ha sido posible gracias a Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz a través de la obra Una oveja negra al poder (2015).
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