Pasan los días y Europa no se mueve. El tratado de la vergüenza con Turquía ahí continúa. Las embarcaciones llenas de seres humanos en busca de paz y esperanza siguen llegando a Europa. Una acogida que solo es bien recibida en el mar por parte de las ONGs que los rescatan, como es el caso de Proactiva Open Arms. ONGs que se enfrentan a grupos paramilitares libios armados hasta los dientes ante la mirada indiferente de las instituciones europeas. Europa continúa dando ejemplo de insolidaridad y de vergüenza.
Continúan llegando embarcaciones con cientos de personas al estrecho de Gibraltar, a Italia, a Lesbos. Este último ya convertido en el símbolo de la esperanza de millones de personas. En el símbolo de la vergüenza de un continente que no es capaz de gestionar humanamente una crisis humanitaria. Que no es capaz de recordar su propia historia. Que no es capaz de demostrar sus propios valores de solidaridad que tanto ha dicho defender.
El Estado español ha demostrado no abrir los brazos a los refugiados, a diferencia de sus ciudades, como son el caso de Madrid y Barcelona. Donde la primera acaba de habilitar dos edificios vacíos para albergar a refugiados sirios. Refugiados que no llegan por culpa del Gobierno español que no permite su llegada. Mientras nuestros gobernantes no cambien y sean más humanos, se comportarán inhumanamente con personas que solamente huyen de la guerra y del terrorismo.
Los refugiados son seres humanos como nosotros. Son personas. Personas cuyo país ha entrado en un limbo de muerte. Familias que huyen en busca de paz y de un futuro esperanzador. Si hoy les cerramos las puertas, mañana tendremos que recoger una cosecha que nos tendremos merecida.
Estamos en 2018. A España han llegado tan solo un 10% de los refugiados, cuando en 2017 deberían de haber llegado todos. Seguimos viendo como mueren a diario cientos de refugiados en el Mediterráneo. Seguimos viendo como Europa los rechaza con disturbios. Seguimos viendo como España mantiene unas vallas con concertinas en Ceuta y en Melilla. Seguimos viendo como la Guardia Civil dispara a inmigrantes que se ahogan en Ceuta. Seguimos viendo como hay personas que esperan en campos de refugiados de dudoso bienestar y a temperaturas bajo cero. Seguimos viendo como los pocos afortunados que llegan a Europa son acosados por neonazis sin cerebro.
Un ejemplo de superación frente a todas estas barreras, el cual seguí de cerca en su día, es el de la nadadora Yusra Mardini, hoy con 19 años pero que con tan solo 17 huyó de la guerra en Siria junto a su hermana, donde se introdujeron en un bote con casi veinte personas para llegar a Europa. El bote comenzó a hundirse en el Mar Egeo y Mardini junto con otras dos personas se metieron en el agua y empujaron el bote durante horas hasta alcanzar Lesbos. Hoy es Embajadora de Buena Voluntad del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y en 2016 participó en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en el equipo Olímpico de Atletas Refugiados.
Aún faltan muchos más. Hoy seguimos esperando, con los brazos abiertos, a todos los refugiados. Sean sirios, afganos, libaneses, nigerianos. De donde sean. El mundo es de todos. Lo peor de todo es que ellos también esperan, pero lo hacen entre el frío, el hambre y las balas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario