Tenemos que entender que la Tierra no nos necesita. Nunca ha necesitado absolutamente a ninguna especie. Nosotros necesitamos a la Tierra.
Día tras día la matamos un poco más. Emitimos gases que causan agujeros en la capa de ozono y que deshielan glaciares enteros. Quemamos miles de bosques. Los deforestamos. Extinguimos especies. Vertimos basura y contaminantes a los mares. Nos autolesionamos como especie. A veces me pregunto si la Tierra no estaría mejor sin nosotros.
Queremos revertir esos errores, pero siempre se queda solo en palabras. Los Estados firman tratados para combatir el cambio climático, como en la pasada Cumbre de París, pero no parece que se haga nada. ¿Dónde quedó el Protocolo de Kyoto? Hasta hace unos años, las élites mundiales decían que el cambio climático era un cuento. Recuerdo ver a Mariano Rajoy en 2007 negando el cambio climático. Ahora parece que se mueven un poco, pero mientras sigan anteponiendo la economía al planeta, estaremos condenados.
Todos podemos dar nuestro granito de arena cada día. No me refiero a afiliarnos a Greenpeace ni nada parecido. Presionando para que nuestros Estados utilicen energías renovables y no contaminantes. Reciclando. Yendo en transporte público, bicicleta o coches eléctricos. Recogiendo las heces de nuestros perros. Tirando las cosas a una papelera y no al suelo. Cosas de primaria, que cuidan nuestro planeta un poquito más. El objetivo es un planeta más limpio y más sano.
La foto de abajo fue tomada por la sonda espacial Voyager 1, el 14 de febrero de 1990 a una distancia de 6.000 millones de kilómetros, más allá de la órbita de Neptuno, donde se ve a nuestro planeta como una mota de polvo azul. Eso es nuestra casa. Eso es lo único que a día de hoy tenemos en este enorme cosmos. No podemos destruirlo. Una casa se cuida. Debemos cuidarlo. Tras esta foto, el astrónomo Carl Sagan hizo la siguiente reflexión que me gustaría compartir:
"Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez oíste hablar, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo... Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.
La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido." (Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio).
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