Una ola de miedo recorre nuestro mundo. Las ilusiones desaparecen y aquello que nos motivaba se convierte en efímero. Las ganas de hacer algo ya no existen. Lo que hacías antes ya no te llena, pese a intentarlo. Cuando sientes que no habrá un nuevo despertar de ningún tipo de ilusión. Siguiendo un camino inerte, sin sentido, sin rumbo, sin meta, sin objetivo. Esperando el devenir de los últimos días. Atrapados en el corazón del miedo.
Cuando se está más solo pero, paradójicamente, más conectado que nunca. Soledad, no por gusto ni por culpa de otros, sino por ti mismo, sin saber realmente el porqué. Miedo, tal vez esa sea la respuesta. Miedo a querer y a perder. En el fondo, todas y todos estamos sumidos en él. Qué golpeados hemos sido. Pero algunos y algunas arriesgan, porque quien no arriesga no gana. Pero para qué arriesgar cuando el fin llegará igual.
Arrastrando una mala racha y convirtiéndola en tu forma de ser. Así vamos. Mala gestión de los acontecimientos. Sin concebir la posibilidad de ser el pensamiento de alguien. Es imposible, es inconcebible.
Cuando comprendes lo tan prescindible que eres. Cuando tienes el mismo miedo a vivir que a morir. Siendo un viejo atrapado en el cuerpo de un joven. Donde tu única razón de ser es por los otros y las otras, ayudar, hacer feliz al resto, o intentarlo. Pero no te echas una mano a ti mismo, siendo un cerrojo que no habla de sí.
Cuando cualquier muestra de aprecio de alguien hacia ti la sientes como artificial o irreal, simplemente porque es inconcebible que alguien pueda fijarse en ti. Cuando comprendes que una de las veces en las que más pudiste ayudar a alguien hiciste lo contrario. Cuando pudiste cambiar un mundo. Cuando comprendes que dejarla ir fue para eliminar el obstáculo que la impedía ser feliz: tú. Cuando fracasaste.
Cuando ves o sientes atracción por otra persona, pero, por muchas señales – inconcebibles aún así – que creas poder ver por parte de ella hacia ti, renuncias a cualquier intento, porque antes de empezar ya está perdido. Porque sabes que nunca más lo intentarás. Con líneas rojas que ni siquiera sabemos por qué nos las ponemos. Porque no hay nada que hacer ni nada a por lo que ir cuando todo está perdido. Porque lo mejor para la otra persona es que no cometa el error de tener algo contigo. Para qué intentar algo que realmente está en tu cabeza y que no se va a materializar. Para qué llevarte otro chasco, otra hostia.
Cuando la vida te da pereza y los fantasmas del miedo deambulan sin parar. Cuando la vida te consume y se te consume. Cuando crees que no hay vuelta atrás, que no hay más, que lo mejor es la evaporación. Cuando todo está perdido.
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