Quedan poco más de dos meses para unas elecciones transcendentales donde la extrema derecha logrará representación parlamentaria y donde, con toda probabilidad, habrá tres posibles escenarios: un gobierno de corte neoliberal con PSOE-C's, donde volverían las políticas de Mariano Rajoy; un gobierno de corte neofascista con PP-C's-VOX, con un retroceso de décadas en derechos y libertades; o un gobierno de corte progresista y feminista con Unidas Podemos-PSOE. Se trata de una de las elecciones más importantes de la historia del país debido al auge de la ultraderecha. Un auge que en España, como pudo verse en Andalucía, responde en parte a la abstención del electorado de izquierdas.
Es imprescindible que el próximo 28 de abril se vote en masa contra la xenofobia, el machismo, la intolerancia y el odio que representa el tripartito de PP-C's-VOX. Sin embargo, parte minoritaria de la izquierda española está llamando a la abstención. Esa es la izquierda casta y pura.
Estos puritanos que llaman a la abstención son los tontos útiles de la ultraderecha. A la derecha y a la ultraderecha les interesa la escasa participación, porque siempre les ha beneficiado electoralmente. No hay más que recurrir a los datos. Llamar a la abstención es hacerle la campaña a la extrema derecha. Recordemos que VOX consiguió 12 escaños el pasado dos de diciembre en el parlamento andaluz por la abstención de la izquierda.
Una izquierda puritana que suelta el propio discurso de VOX. Anoche, un grupo de jóvenes izquierdistas de salón increparon a Íñigo Errejón, fundador de Podemos, donde le han señalado que "los obreros están votando a VOX". Esa afirmación, a día de hoy, es absolutamente falsa. En las elecciones andaluzas votaron a VOX las clases altas pudientes, ganando en los barrios ricos y no en los pobres. Está en los datos. No se sabe lo que pasará en el futuro, pero a día de hoy las clases obreras no votan a VOX. Lo contrario es una mentira que se ha dedicado a trasmitir la derecha y que la izquierda puritana se ha tragado.
Claro que la lucha no solo está en el parlamento, está también en la calle. Claro que se necesita una revolución, el siglo XXI es el siglo de la revolución feminista que estalló el pasado 8 de marzo. En abril están en juego los derechos LGTBI, los derechos de las mujeres, los derechos de los animales, las libertades civiles, los derechos de la clase obrera y trabajadora, la sanidad y la educación, los derechos humanos. Y, a día de hoy, la manera directa de evitar que el próximo 28 de abril dinamiten esos derechos es votando.
El mejor aliado de la derecha es la izquierda que se abstiene. Una izquierda que le hace el juego a la derecha, porque cada uno es responsable de lo que vota y de lo que no vota. Una izquierda que busca la pureza más absoluta, porque nunca ha bajado de las nubes, porque nunca ha pisado tierra. La cual quiere hacer la revolución desde el sofá de su casa mientras ve como arrasa la ultraderecha. Pero luego dirán de salir a la calle a quejarse del resultado electoral. Son los tontos útiles del neofascismo.
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